Construyendo tu plan de vida.
Todos queremos tener éxito y una vida satisfactoria, alcanzar un destino en el que nos sintamos bien con nosotros mismos y con lo que hemos conseguido. Para llegar a esa situación ideal debes tener un plan de vida trazado. Necesitas saber hacia donde te diriges y qué metas te planteas.
Si eres de los afortunados que lo saben, posiblemente ya hayas trazado ese plan y estés trabajando en ello. Si por el contrario no sabes hacia donde vas, es imposible que llegues a alguna parte y posiblemente acabes perdido.
Las personas que tienen éxito se diferencian de las que no lo tienen fundamentalmente porque saben hacia donde van, porque conocen qué camino deben tomar para llegar a sus metas y el motivo por el que han decidido recorrerlo y afrontar los obstáculos que se presenten.
Para poder saber cómo avanzar hacia el éxito en la vida es necesario el preguntarse antes qué significa eso. Sin embargo, hay quienes aún teniendo clara la respuesta a la pregunta, ni tan siquiera saben el destino al que quieren dirigirse porque no se han parado un momento a establecer su plan de vida y desconocen qué rumbo tomar.
Si este es tu caso, no hay por qué preocuparse ya que no hay nada excepcional en ello: a muchas personas les pasa… Se saben arrastrados por una corriente que no pueden dominar y finalmente se dejan llevar lo mejor que pueden por ella, renunciando a seguir luchando por sus sueños, ya que no saben como cambiar de rumbo, ni hacia donde dirigirse.
En las escuelas de primaria se les pregunta a los niños qué quieren ser de mayores, pero a menudo no se les explica lo que deben hacer para llegar a serlo. Esto deben ir descubriéndolo ellos mismos a través de la formación y experiencia que van adquiriendo, pero muchas veces su trayectoria o circunstancias particulares no les ayuda a avanzar en esa idea, sino que los acaba confundiendo a medida que van creciendo, llegando a una edad adulta sin haber resuelto la respuesta a la gran pregunta, con el riesgo añadido de derrochar tiempo y esfuerzo en una preparación que acabará llevándolos por un camino que no es el que en su día soñaron.
Es terrible el no saber qué queremos hacer en nuestra vida; te hace sentir mal, incompleto, perdido… La mayoría de las personas piensan que el momento de decidir su camino es cuando se es joven y tienes tiempo para tomar estas decisiones y luchar por conseguirlo. Si esto es así, entonces el no hacerlo cuando eres joven supone el riesgo de meterte rápidamente en los treinta y tantos pensando que has perdido tu tren y que ya no vas a poder alcanzar nada más allá de una vida que no te satisface y que te hará percibir que no has sabido aprovechar todos tus años de esfuerzo y que has desperdiciado tu tiempo.
Si no controlas eso, luego la cosa empeora cuando alcanzas la barrera de los cuarenta y empiezas a perder la motivación por seguir intentándolo; no te crees capaz de cambiar el sentido que toma tu vida y el sentimiento de inseguridad comienza a tomar el control. Ya no estás para aventuras, te dices, mientras aceptas que no te sientes preparado ni con ganas de luchar por mejorar, crees que ha llegado el momento de priorizar la estabilidad y la seguridad, de renunciar a sueños y ambiciones personales para ser más práctico y realista.
Te vas enfriando y cuando te has dado cuenta, has llegado a los cincuenta abandonando definitivamente cualquier deseo de esforzarte en conseguir algo mejor que lo que tienes, algo que se acerque mínimamente a lo que un día soñaste. Caes en la apatía y finalmente, casi sin darte cuenta, llegas a la edad cercana a la jubilación con una cierta o evidente percepción de fracaso; has acumulado experiencia y sabiduría suficiente para darte cuenta de los errores que cometiste a lo largo de todos estos años, de lo equivocado que estabas y de que ya es demasiado tarde para todo.
Si piensas esto, vuelves a equivocarte.
El error es que no hay realmente una edad para iniciar algo que quieras llevar a cabo. Lo único que hay es un lastre pesado, mezcla de frustración y desmotivación, que no te deja ver con claridad la realidad y que va aumentando de peso a medida que van pasando los años. Pero en realidad nada ha acabado del todo mientras estés vivo, por eso siempre hay que tener un plan vital, incluso cuando has finalizado tu etapa laboral y llegas a tu jubilación; de hecho, sobre todo entonces.
Si has llegado hasta este punto de mi relato, seguramente será porque de algún modo te identificas con lo que estoy diciendo. Si es así, piensa que lo tuyo no es una excepción. Mucha gente, sino la mayoría, nunca se ha parado a pensar seriamente en trazar su plan de desarrollo personal o un plan de vida. Esto es precisamente lo que las hace caer en lo que decía anteriormente; no saber qué quieres hacer y donde quieres llegar te consume. ¿Vas a consentir que eso pase contigo?.
Pues traza tu plan, busca tu propósito, define las metas…, hazlo en función de tus circunstancias personales, pero hazlo. Piensa donde quieres estar dentro de un año, de cinco o de 10; da igual la edad que tengas ni el momento en el que estés ahora, porque nadie sabe qué va a pasar en las próximas 10 horas. Ponte a trabajar en ese plan de forma inteligente y realista, pero no te pongas más límite que aquello que de verdad deseas conseguir.
Los planes deben incorporar metas a corto, medio y largo plazo. Y pueden ser metas diversas que se relacionan con los valores personales de cada uno. Muchas personas tienen cosas que les gustaría cambiar en sus vidas, iniciar otro rumbo y nuevas dinámicas que le alivien del estrés y le aporten bienestar. Y sí…, ya sé que es más fácil soñar estas cosas que hacerlas, pero al crear un plan de acción específico y seguirlo de forma constante, será mucho más fácil avanzar y las posibilidades de alcanzar el éxito serán mucho mayores. Contar con un plan te permite tener claros los pasos a realizar y corregir desviaciones en el camino. ¿Pero cómo debemos hacerlo?.
No hay fórmulas magistrales en esto, como en muchas otras cosas. Pero lo que es seguro es que lo primero que se debe hacer es concretar qué cosas son las que no funcionan bien en tu vida, porque cuando estás tratando de entender hacia donde ir para estar mejor, necesitarás saber antes qué se debe arreglar.
Empieza por ir enumerando todo aquello que percibas como algo negativo y evaluando cada factor desde diferentes áreas. Se puede plantear haciendo una lista escrita en una libreta, pero cubriendo los aspectos que son más importantes para ti, ya sea el trabajo, la familia, el bienestar, tu situación económica o tus relaciones personales. Piensa en ello en base al peso que tiene cada una sobre tu situación actual y determina cómo te están afectando realmente. Esto es necesario para tener claro lo que es realmente importante y lo que esperas conseguir.
Revisa en profundidad esa lista de cosas que crees que no están funcionando bien y plantéate cuales de ellas son las que te limitan o te absorben más energía. A menudo es importante parar un momento y mirar reflexivamente a nuestro entorno, ya que puede que aquello que pensábamos que nos afecta negativamente o nos bloquea, en realidad no sea la verdadera causa y resulte ser otra distinta mucho más cercana y más fácil de solucionar de lo que pensábamos. Te pondré un ejemplo.
Muchas veces dejamos pequeñas tareas por hacer y las dejamos para más adelante. Aunque no lo parezca, esto es un lastre que, de forma inconsciente, va consumiendo nuestra energía y nos crea estrés. No les damos importancia pero la tiene. Es aconsejable terminar estas tareas y quitarlas de tu subconsciente; verás que te sentirás mucho más aliviado para afrontar lo que te hayas propuesto. Ciertamente hay que priorizar, pero también se deben eliminar los pequeños obstáculos en el camino para poder dar pasos más grandes hacia las cosas que son realmente importantes para ti.
Establece actividades que te saquen de la rutina actual y que apoyen e impulsen el plan que decidas trazar. Por ejemplo, si deseas comenzar a hacer ejercicio con más frecuencia, incorpora esto como parte de tu agenda, ya que el establecer nuevas pautas en tu vida te ayudará a motivarte y a seguir adelante. Deja atrás el «debería hacer» y mete en tu cabeza el «lo estoy haciendo», cambia tu escenario. Al final toda meta consiste en estar contento con el lugar en el que te encuentras en la vida y en este momento.
Piensa que las personas son prácticamente incapaces de sentirse totalmente satisfechos consigo mismos y con su situación personal actual, esto suele pasar casi siempre, incluso a aquellas personas que creen gozar de una vida equilibrada y exitosa. Los psicólogos dicen que esto se debe a que tendemos a llegar a situaciones concretas en la vida que supuestamente son ideales, pero que solo es al conseguirlas cuando nos damos cuenta de que carecen de significado para nosotros y de que no son lo que realmente deseamos o hemos soñado.
La verdad es que no hay ser humano que no tenga un deseo o un sueño. Y muchos de ellos posiblemente consideren que sus deseos y sueños son totalmente irreales e inalcanzables. Por lo tanto, la mayoría abandona cualquier intento de ir a por ellos por el miedo al fracaso o porque lo ven absolutamente fuera de su alcance. Pero seguro que entre ese sueño que está a años luz de nuestras posibilidades y nuestra situación actual, hay muchos otros que sí podemos alcanzar y que también nos harán felices. Solo hay que enumerarlos, establecer un orden de objetivos razonable y ponerse a trabajar.
Los sueños que se hacen realidad son los que pasas de tu cabeza a una hoja de papel. Tus ideas cobran vida cuando las transfieres de tu mente al mundo real, como un artista que pinta en un lienzo la imagen que solo él tiene en su imaginación. Y tu plan es como un lienzo en el que plasmas tus deseos personales; es un proyecto de vida el cual debe tener un seguimiento y también correcciones sobre la marcha. Son una sucesión de fases que debes ir superando y que debes ir revisando puntualmente para mantenerte en la dirección correcta a seguir a lo largo de los años.
No olvidemos que el plan de vida no es un guion infalible, también puede fracasar si no lo tomas en serio. En realidad ese plan es simplemente un compromiso que defines para ti mismo en base a lo que te gustaría ser o conseguir; es una promesa escrita en un papel en el que estableces las metas que deseas lograr.
Pero si solo se trata de concretar lo que uno tiene en mente ¿por qué es tan necesario escribirlo?. Pues simplemente porque tienes tantas cosas en la cabeza y suceden tantas cosas en el día a día que tenderás a olvidar lo que en su día planeaste y eso acabará sacándote de la ruta que marcaste, y eso hay que evitarlo.
Aristóteles decía que, para avanzar, lo primero que se necesita es tener un objetivo claro y definido al que dirigirse, además de contar con los recursos necesarios; sabiduría, dinero, herramientas y métodos. Después solo habrá que enfocar todos estos recursos para el logro de tus metas y aderezar todo eso con mucho trabajo. En este sentido, los mejores recursos con los que podrás contar para alcanzar el éxito con tu plan de vida serán, sin duda, tu esfuerzo y tu perseverancia. No lo dudes, empieza sin demora con ello.
Miguel Ángel Beltrán
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