El tren en Extremadura y el encanto de la lentitud.
En este episodio quiero hablaros del tren en Extremadura. Seguro que alguno pensará ¿tanto tiene de particular el tren en Extremadura como para dedicar un episodio?, pues la verdad es que depende del cristal por el que se mire.
Además de que el cuerpo me pide hablar de este asunto, puede que el tema a tratar le resulte de interés a mucha gente, incluida la que quiera conocer Extremadura y esté pensando en las alternativas para desplazarse por ella.
Recuerdo que el primer podcast que grabé fue hace unos tres años y hablaba de la felicidad. En él explicaba una metáfora que un día escuché y que decía que la vida es como un viaje en tren. Cuando naces te entregan un billete que no te dice ni el destino, ni cuando llegarás, ni lo que te va a costar.
En ese trayecto te acompañarán otras personas, unas que ya estaban en el vagón cuando llegaste y otras que se irán subiendo y bajando por el camino. Durante el viaje irás viendo pasar multitud de escenas y paisajes y así será hasta que llegues a tu destino y seas tú el que se baje del tren. ¿Bonito verdad?.
Si tuviéramos que aplicar esta metáfora en un viaje en tren por Extremadura, diría que las imágenes que pasarían por la ventana serían desde luego muy hermosas; veríamos naturaleza, cielos limpios y pueblos con un patrimonio monumental impresionante. Además, si tiramos de actitud optimista, podríamos disfrutar de ello mucho más que en viajes en tren por otros lugares, ya que la velocidad con la que circularíamos por nuestro recorrido y el tiempo de ese trayecto nos facilitaría mucho las cosas para ello.
La vida es como un viaje en tren, pero si ese tren pasa por Extremadura, el trayecto parecerá ralentizarse o incluso algunas veces detenerse, literalmente…; no tanto por esas hermosas imágenes que pasarán por la ventana como por el hecho de que esta región sufre de una falta de infraestructura ferroviaria y de eficiencia en el funcionamiento de la existente que ya es bien conocida a lo largo del país. Por esto digo que en lo relacionado al tren de Extremadura, la opinión que se tenga dependerá de cómo se disfrute o se sufra el recorrido…
Para ir entrando en el tema, empezaré con un poquito de contexto histórico…
Sin duda, el ferrocarril ha transformado la realidad social de los lugares donde ha llegado. Su influencia en el desarrollo de la economía es indiscutible. En España, al igual que en otros países, el despliegue de la infraestructura ferroviaria y su puesta en funcionamiento aceleró la industrialización de las regiones gracias al transporte de mercancías y materias primas a los centros urbanos y a las fábricas; mejoró la comunicación y conectividad entre territorios, fomentó el comercio y la movilidad de las personas, creó nuevos empleos y con todo ello se contribuyó en gran manera a sacar al país del subdesarrollo.
A mediados del siglo XIX el gobierno español al fin decidió tomarse en serio el proceso de implantación del ferrocarril, iniciando con ello un lento camino de modernización de las comunicaciones. Pero la enorme tarea de construir la red ferroviaria en España llegó tarde y mal con respecto a la mayoría de los países europeos, que ya nos llevaban muchos años de adelanto en esto.
Para tratar de recuperar tiempo perdido y acelerar este proyecto, el Estado decidió incentivar la construcción de vías pagando a los constructores una subvención por cada kilómetro de hierro, algo que, según parece, dio pie a extender la corrupción y el fraude, haciendo que se llegaran a plantear trazados innecesarios de vías llenas de curvas, más pensadas en añadir kilómetros de hierro para cobrar más dinero a través de esas subvenciones que en garantizar la alta eficiencia y rendimiento de los trazados.
Por si esto fuera poco, se decidió construir un ancho de vías mayor que en el resto de Europa, lo que dejó desconectada a España de la red exterior, con unos efectos negativos por los costes añadidos y las limitaciones que eso suponía, unos inconvenientes que se han prolongado hasta nuestros días.
Hubo en teoría dos razones para tomar esa decisión, una de ellas fue por intereses estratégicos relacionados con la defensa del territorio nacional en un contexto geopolítico que no era precisamente seguro; un razonamiento que se demostró poco acertado con el tiempo, dado que no resultaba excesivamente complicado ya en aquella época una adaptación relativamente rápida de los trenes por parte de los teóricos enemigos que pudieran pretender invadir el país, por lo que de poco serviría esa diferencia en el ancho de vías para poder evitarlo.
La otra razón era técnica y más razonable, ya que la difícil orografía del país precisaba de locomotoras mayores. Dado que la tecnología disponible por entonces para construirlas era aún limitada, esto obligaba a ensanchar esas vías para ofrecer más capacidades y seguridad a los trenes.
Por desgracia, en esa primera etapa en la construcción de la red ferroviaria española, se fue imponiendo la especulación por encima del interés ciudadano, con unas decisiones sin lógica económica o técnica, más enfocadas hacia otros objetivos que poco tenían que ver con el interés general.
La primera línea de ferrocarril que se puso en funcionamiento en la España peninsular fue la de Barcelona a Mataró, finalizada en 1848. A partir de ahí se produjo una rápida expansión, con la construcción de otras numerosas líneas. Habría que esperar hasta 1863 para que el primer tren de pasajeros llegara a Badajoz procedente de Elvas en Portugal. Por fin había llegado el ferrocarril a Extremadura.
Las subvenciones ofrecidas por el gobierno acabaron por acelerar la construcción de la red, tal como se pretendía, pero esa aceleración superó de largo la evolución de la demanda del servicio, lo que trajo consigo que el retorno de las grandes inversiones realizadas para acabarla lo antes posible tardaría después muchos años en recuperarse por la lenta explotación de la propia infraestructura, con el consiguiente impacto en las arcas públicas.
De todas maneras, el ferrocarril en Extremadura no se implantó por un interés de rentabilidad, sino para resolver determinadas necesidades nacionales entra las que el desarrollo de la región solo era una más y ni siquiera era la principal; más bien lo era el interés de unir Madrid con Lisboa además de establecer la línea transversal, paralela a la frontera con Portugal, para comunicar el norte y noroeste de España con los puertos andaluces de Sevilla, Cádiz y Huelva.
Con esto, resulta tentador ponerse el traje victimista y pensar que, en realidad, no ha existido tradicionalmente demasiado interés en construir una red de ferrocarril suficientemente amplia en Extremadura, sino que la decisión de hacerla siempre ha sido una suerte inevitable para ella por el hecho de que su territorio está en medio de las conexiones entre otras regiones en las que los gobiernos de turno tenían más interés industrial y económico.
Pero tampoco se trata de hacer ahora demagogia de esto y sacar conclusiones excesivamente críticas. Toda decisión está supeditada al momento y al contexto, por loque a bola pasada se pueden malintepretar. De hecho, una de las razones que se pusieron sobre la mesa hacia 1853, durante el desarrollo del proyecto para la línea Madrid-Lisboa, al menos sobre el papel, era impulsar el desarrollo del comercio de lanas, carnes y otros productos de Extremadura. La buena intención aparentemente existía, igual que se supone que existe hoy, otra cosa son los resultados.
Lo cierto es que finalmente el tren llegó a Extremadura, y esa circunstancia fue algo muy positivo para la región, dada su situación precaria en todos los sentidos y la necesidad urgente de conectarla con el resto del país y activar con ello su desarrollo económico.
Ya en el siglo XXI, nos encontramos con una Extremadura muy diferente a la de hace 150 años. Esta región ha crecido y ha reducido la enorme distancia que había con otras regiones a base de mucho esfuerzo y en ocasiones contra vientos y mareas. Y se nota que tiene motivación y ganas de seguir haciéndolo.
Ciertamente ese desarrollo avanza a pesar del estado y evolución actual de las infraestructuras ferroviarias; principalmente en lo referente al transporte de pasajeros, que en los últimos años ha traído bastante controversia, sobre todo en lo que se refiere a los trayectos de media y larga distancia, estos últimos todavía inactivos, por lo que suelen requerir al menos de un cambio de tren por trayecto.
La esperanza de esta comunidad autónoma está en los 437 kilómetros de vía férrea que forman parte del Corredor Atlántico. En principio, este trazado iba a conectar Madrid y Lisboa en un tiempo de solo tres horas, pero esto ya parece inviable hoy día debido a factores económicos y políticos, entre otras cosas porque Portugal ha decidido priorizar otras alternativas para esa línea de alta velocidad en lugar de hacerlo a través de Extremadura, lo que está retrasado la llegada de la alta velocidad a la región en los términos que se habían proyectado inicialmente.
Por desgracia, una vez más la evolución del tren de alta velocidad en Extremadura está de algún modo supeditada a intereses de terceros, por lo que habrá que conformarse de momento con trenes de media velocidad, pero al menos quedan las maravillosas vistas por sus ventanas que nos ofrece esta hermosa tierra, así que disfrutemos de ello, qué remedio nos queda…
Hasta aquí este episodio, que espero te haya resultado interesante. Si es así te invito a suscribirte para que recibas un aviso del próximo, que espero no tardar mucho en compartir y para el que agradeceré tus sugerencias sobre cualquier tema que merezca la pena comentar sobre Extremadura.
Te espero.
Miguel Ángel Beltrón
Hasta pronto.
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